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viernes, 28 de diciembre de 2012

Habitantes de verano




Natalia Spina





Me lo preguntaron. Se los voy a responder. Me lo voy a contar también a mí misma. Hace bien.



Luego de un crudo invierno, una primavera ventosa, austera en colores, huelo la brisa templada de un diciembre inaugurado con lluvias como hacía mucho no llegaban. A pesar de que habíamos creído que la sequía dejaría para siempre manchones de polvo y largas extensiones de piedra, como pircas en los cauces de los arroyos, la vida del agua desató todo el verde baldeando las sierras del pueblo que elegí para vivir, donde nació mi madre, donde pasamos siempre las vacaciones de chicos, Los Cocos.




La luz que me despierta tocando la ventana, la sombra nueva de los árboles de mi jardín, el aroma del dulce de damasco haciéndose, las campanas del Monasterio del frente, me avisan que los habitantes del verano están llegando. Como hormigas cargadas con flores, como saltamontes, constantes y felices, llegan los que cerraron las casas el pasado febrero.




A los costados de una larga avenida de cinco kilómetros, se encuentran escondidas y sorprendentes como hongos recién nacidos, entre bosquecitos de pinos, molles y montes, casitas, casas y casonas antiguas que los lugareños cuidan durante el año, esperando que lleguen sus dueños en la temporada.




No podría yo a estos últimos llamarlos turistas; son coquenses de verano. Un día llegaron y sintieron que habían pertenecido siempre a este lugar. Ya sea porque sus padres los traían de pequeños o porque el destino hizo que bajaran una tarde del vehículo mientras daban vueltas, lo cierto es que los que llegan estos meses a sus casas, vienen a “vivir” y cuando tienen que volver al lugar donde trabajan o estudian, sienten que dejan acá el hogar; “la patria chica”, dice mi padre.




Los miro ahora desde otro lugar pero yo era uno de ellos, uno de esos habitantes de verano.




Cada fines de diciembre, salíamos del auto con mi uno, dos, tres, cuatro, cinco hermanos de acuerdo iban naciendo. Llegábamos escapando del calor de la ciudad, de los grises, de los ventiladores, las inundaciones.


Avanzábamos por la ruta tan cargados que no veíamos casi por las ventanas. Es que traíamos todo lo que más queríamos: los regalos que el Niño Dios nos había dejado en Navidad más el pino que había sido arbolito para plantarlo, las muñecas, los playmóvil, los cuentos, la guitarra, la ropa para “chivatear”-como llamaba mamá a los pantalones emparchados- los trajes de baño, frascos de vidrio para los dulces y algún perro, gato, cabrita o conejo de turno que había sobrevivido en nuestra terraza durante meses para volver con nosotros a disfrutar “La Tarde”, como se llamaba y llama nuestra casa.



Al levantarnos, la primer mañana, la vida ya olía diferente.


Acomodábamos la ropa en los placares con dejos de naftalina; abríamos los cajones con ramitas de lavanda en sus fondos, tendíamos las camas con las sábanas del verano, lisitas, lisitas.

Todo era lo de siempre pero siempre gustaba como nuevo. Los tazones para el café con leche, las teteras de la tarde, los platos de bordecito verde, los coladores de madreselva, los cuchillos para untar de madera y la cucharita con forma de panal de abeja para enroscar la miel.

Una vez “estrenada” la casa, comenzaba la vida en Los Cocos.



Los Reyes Magos llegaban dejando rastros de cáscaras de naranja, pasto revuelto y una jarra de agua vacía. También dejaban un juego de mesa para todos, algún libro, algún cuaderno de tapas duras, gordo y cuadriculado para ser mi confidente el resto del año. Los árboles volvían a ser nuestras “casas”, cada hermano tenía el suyo. Los caballos se buscaban del campo y se llevaban al corral. Se compraba maíz y avena, se los calzaba y, vestían siempre algo nuevo, algún freno, una montura, una caronilla, un cepillo para las crines. Ellos también estrenaban.


Aparecían de a quincenas los amigos de otras provincias y empezaban las caminatas por las montañas. Subíamos al Mástil (un monumento a la bandera construido a 1500 mts), atravesábamos las Pampillas (enormes pastizales ondulados, cubiertos de paja brava resbalosa y fuerte). Por allá arriba, mirábamos los sapitos de colores de un arroyo, los puestos de Brown (un inglés sabiamente delirante que tenía vacas lejos del mundo), trepábamos las pircas de sus corrales, comíamos piquillín, manzanas y sándwiches de queso. Nos llenábamos de viento las caras y volvíamos rojos de sol bajando por el cerro de la Cabeza del Soldado.

Íbamos al río o a alguna pileta, comíamos galletitas con paté y naranjas. Buscábamos ver las víboras de cascabel, si seguía existiendo la iguana al lado del peral, si había alacranes y cascarudos, si daban frutos los durazneros silvestres. Cuando andaba a caballo, cortaba hojas de un eucalipto y las saboreaba un buen rato.

Llegaba el tiempo de las zarzamoras del arroyo de Villa Rosa… Todos creíamos que éramos los únicos que las conocíamos, que sabíamos cuándo y donde llegar. Nos enojábamos si luego de trepar el arroyo con los baldes, las habían llevado antes algunos turistas…. Porque nosotros nunca nos consideramos uno de ellos. Pero cuando teníamos suerte, volvíamos con los dedos y la boca morados, las piernas rayadas y la panza llena. Comíamos el doble de lo que cargábamos para que mamá hiciera el dulce y la tarta de moras. Tomábamos el té al terminar el día y nos acostábamos releyendo las novelas de todos los años. Cuando se terminaban leíamos Selecciones del año del ñaupa e intentábamos entender el humor norteamericano de “La Risa, remedio infalible”.



Crecí repleta de veranos y, cuando pude, salí de la ciudad para arraigarme definitivamente.


¿Cómo es vivir en este pueblo en “no vacaciones”? es un tema muy interesante para otro capítulo. El asunto de hoy, son los días estivales en este pueblo.



Por estos tiempos, tengo casi cuarenta años y algunos descendientes de los que vienen a pasar sus vacaciones a Los Cocos, los de las casitas, casas y casonas que les hablaba, hacen lo mismo que hacíamos mis hermanos, mis amigos y yo.


Hoy que una amiga me regaló damascos; que comí con mis chicos más de lo que recolectamos, me acuerdo de esos días y puedo responder la pregunta.Los comparo con los de la actualidad y, gratamente, puedo decir que es lo que viven hoy nuestros hijos. Que son cinco es otro tema.



“¿No tienen los mismos hábitos, vicios y deseos que los que viven en las ciudades?” Esa también es una pregunta que responderé en otra ocasión, si me lo permiten.




Mientras tanto, déjenme que busque la ropa de chivatear, prepare los frascos para envasar el dulce y compre, para esconder detrás de mis alpargatas en Reyes, un cuaderno gordo, de tapas duras y hojas cuadriculadas para comenzar un nuevo año.








viernes, 21 de diciembre de 2012

La Navidad, el nacimiento de Palabras en Ronda




Queridas escritoras, estimadísimos lectores de "Palabras en Ronda":

Ameritan estas ocasiones que dediquemos un tiempito a ellas. Esta vez la Navidad y el Año Nuevo, son un amplísimo espectro de disparadores internos para ponernos a escribir.

No quisiera venir con ideas o comentarios que considero un poco trillados como... "nacimiento de algo"..."finalización, balance del otro" pero hay que ser humilde y creo que de esos dos sustantivos, aparecen muchos verbos activos pemanentemente en nuestro sentir. A mí se me figura en ese plano navideño, contarles a ustedes el comienzo de Palabras en Ronda. Para esto es necesario hablar de alguien.

Lalo.

En aquel tiempo, alrededor de la navidad de 2010, este amigo de mi esposo y regalo inmenso de amistad para mí, apareció una tarde en casa y me dijo de repente: "vengo a realizar un pacto con vos". 
Es un ser muy especial, analítico pero no complicado, y lo respeto muchísimo por su cultura, su constante búsqueda de enseñanzas, su pasión innata por la conducta de los seres humanos y sobre todo por la nobleza y capacidad de amar que lleva y dispersa por el mundo.
Las personas que conversan con él perciben que pueden quedarse horas y horas sin darse cuenta del paso del tiempo. Al terminar la charla que tengas  -no porque tuviera un fin sino porque él siempre recuerda un pendiente de su santa esposa, querida amiga mía- sentís que has sido cuestionado profundamente, con preguntas agudas pero benévolas, que te has visto obligado a reflexionar sin sentirte por esto mal (todo lo contrario), que hubo alguien que se interesó por vos y te escuchó mucho, mucho. Te leyó entre líneas pero no te sentís invadido sino gratamente descubierto y valorado. 
El te vuela. Avanza y te sondea. Sabe donde están los remolinos y tiene estrategias para enfrentarlos. Creo que por eso es piloto de aviación. Porque es la manera clara, concreta, ilustrativa y sustentable de ser él mismo. Él vuela...y conduce aviones; acciones totalmente diferentes. 
Conduciendo  transportes aereos en un lejano país, se sustenta y puedo considerar que es feliz. Pero volando, con todo lo que que ello implica, es pleno. Sobre todo desde que se  cayó de su parapente y se quebró toda su estructura ósea, perforando así sus pulmones y lastimando órganos internos vitales, teniendo que vivir ahora con hierros, clavos y tornillos, conviviendo para siempre con el dolor.
 Sí. Le pasó eso. Y es un privilegiado. La plenitud del ser está en la experiencia de no ser. El sabe mejor que nadie y como nunca antes lo que es volar, desde que no puede más hacerlo con un instrumento. Ahora vuela a otros, les enseña y los sostiene. Ni hablar de los vuelos que tiene en el cielo de sí mismo.
Pero les contaba que vino a proponerme un pacto. 
Desde que tuvo su accidente, siente una imperiosa necesidad de comunicarse, de expresarse y pensó en escribir un libro. Para esto, buscó capacitarse intensamente, practicó y necesitó establecerse un plazo, una meta para exigirse concretarla. Y se encontró con que yo necesitaba algo parecido.

Yo escribo desde los siete años. Nunca dejé de escribir mi diario. Lo escribí en poesía y prosa. Lo redacté mal y bien. Vivió a la par mía. De mis metas para mañana, de mi realidad de hoy, del implacable ayer. Es el único que atravesó conmigo la epilepsia durante toda mi vida.

Probablemente, no se si fue conciente de ello, Lalo viera que yo también volaba hacia rato y me caía como insistentemente.

Sabía que me gustaba escribir y atendió a ese detalle.

“Escribamos. Pongamos una fecha. Ese día nos mostramos lo que escribimos”.

Le propuse el 23 de febrero. Resumiendo, yo escribí algo muy malo y le presenté “Palabras en Ronda”. El no me mostró nada escrito pero me dijo que había descubierto que era mejor y se sentía más feliz con las palabras cuando las hablaba y no cuando las escribía. Él es un orador. Siempre lo fue. Un “orador volador” o un ave que habla, como lo quieran ver.

Todo este relato, para mí es indispensable que conozcan, a la hora de saber qué es ese lugar virtual que contiene nuestras palabras, a nuestra manera. Quién es esa que te postea el blog de vez en cuando. Tenían que saber quién era Lalo. Es el creador también de sus espacios de vuelo.

Dejo estas palabras. Espero como siempre, surjan las suyas y las compartan.
Les estoy agradecida hasta el infinito, donde está lo mejor de mí, lo que quiero guardar para siempre y compartir uniendo en una ronda: todas las palabras.

Feliz Navidad y un intenso y productivo Año Nuevo!!!

 




Nati

martes, 18 de diciembre de 2012

RECUERDOS QUE ACOMPAÑAN



De Verónica Nicotra





Recordando días felices, los colores fueron perdiendo su brillo, haciendo difícil el camino que transitaba buscando tu sonrisa y la luz de tus ojos para crear, construir las huellas hacia el cierre de aquellas heridas que tu ausencia marcaron mis días de soledad, repletos de vacío.


Recordando días felices, encuentro en mi interior todos aquellos tiernos momentos que son los que sensaciones en mí producen, con el deseo de cubrirlos para que nunca se borren.


Transitando todos los caminos de aquellos, nuestros momentos, se me escapan los detalles de cada situación que pasamos, encontrándose con nuevas y contrarias emociones que son los que no deseo cargar por que la rutina diaria es difícil de llevar.


Pasan los instantes diarios y de a poco me doy cuenta que mi corazón late desgarrado, como queriendo olvidar todo dolor y buscar nuevas luces que guíen mi senderos mucho más calmos, serenos colmados de aprendizajes.


Hoy recuerdo aquellos días felices y con nostalgia me pregunto por que ¿??

lunes, 17 de diciembre de 2012

La espera


De Thelma Molina Perazolo



“En ese momento de su vida,

la espera pareció haber concluido”.



Siento que estoy en un callejón, acorralada... He agotado todos los recursos sin obtener resultados.

Él me conoce mejor que nadie, sabe mi nombre, dónde vivo, todos mis movimientos... Yo no sé nada, sólo que desde hace meses es mi cazador, un fantasma que salido de las profundidades del averno aparece súbitamente, paralizándome por el sorpresivo terror que me inspira. ¡Me encuentro infinitamente sola, esperándolo!...

¡Porque sí! aguardo, busco con la mirada por todos lados, al no estar me intranquilizo, cuando surge ante mí soy un animal a punto de ser apresada...

Sentada en el ómnibus detrás suyo, observo, bajará en el mismo lugar que yo... estamos llegando, con movimientos felinos dirige su andar hacia la puerta de descenso, hago lo contrario, el conductor mueve la cabeza extrañado, corro ciegamente hasta mi casa, mis manos tiemblan, no puedo colocar la llave en la cerradura... abro, me apoyo contra la puerta cerrándola, el corazón va a escaparse de mi pecho. Me recibe con manifestaciones de cariño mi perra, el timbre suena, ella ladra y los sonidos se entremezclan produciendo un grito lastimero. Busco refugio ocultándome en el rincón de la habitación abrazada a mi mascota, sujeto fuertemente su hocico, cierro los ojos para no saber... espero. Escucho pasos que se aproximan cada vez más cerca, y yo inmóvil, sin respirar... Mi madre ha llegado, me busca.

Está adueñándose de mi vida, hasta de mis sueños, pesadillas por las que transitamos juntos, presentándose imprevistamente en lugares habituales; es una sombra detrás mío. Despierto acongojada, confundida, buscando en derredor un espectro inexistente...

Hoy como todos los días atravieso el parque... De entre los árboles sale furtivamente interceptándome el camino... En ese momento mi espera terminó.



lunes, 19 de noviembre de 2012

ESTAMOS FRITOS



                      


Laura Pratto



Yo esperaba que pase a buscarme. El Laucha tenía mujer e hijos, así que el trámite siempre debía ser de lo más furtivo y veloz que se pudiera. Me acomodaba bastante cerca de la puerta, de modo que cuando sonaran esos toques de bocina inconfundibles ya estuviera prácticamente con un pie arriba del auto. Eran tres emisiones sonoras, bien cortitas y seguidas, pulsadas con culpa. Yo vivía a una cuadra de Urquiza, y eso constituía una ventaja para nuestra relación: apenas me subía él pegaba la vuelta a la manzana y ya estábamos sobre la ruta, listos para encarar hacia cualquier punto fuera de la ciudad.
Durante ese año había empezado a hacer furor la transmisión codificada de los partidos de fútbol, y en todo San Francisco era imposible seguir los torneos de verano. La alternativa más popular para hacerlo era trasladarse hasta Freyre, y mirar los encuentros en el Bar Central, picada de por medio. A sabiendas de que esa noche se jugaba el clásico por la Copa Desafío en Mendoza, y de que Freyre, una de nuestras coartadas, estaría plagada de sanfrancisqueños, habíamos arreglado para vernos a la hora de la siesta.
El Laucha había pasado al frente: tenía una casa de ropa deportiva cuya mercadería era la más codiciada por la población local. Les pagaba poco a sus empleadas, pero la empresa se había hecho una fama tal que todas morían por trabajar allí, les daba una suerte de status. Las contratadas siempre eran rubias, flacas y vestían jeans y zapatillas de marca después del primer mes de empleo, ya que compraban el uniforme a precio promocional con el sueldo de debutantes. Daba gusto verlas desfilar a lo largo de las dos cuadras que había del negocio hasta el depósito por 25 de Mayo, con ese aire de estrellas de la pasarela.
Le iba tan bien al Laucha que cada integrante de su prole tenía un auto. A la familia le gustaba intercambiarse los móviles, tenían ese berretín. En el negocio las empleadas jugaban, cada mañana, a adivinar en cuál aparecería el jefe. Cada vez que nos veíamos, él, para despistar, usaba el Fiat 600 del hijo menor.
El asfalto quemaba cuando arrancamos para Freyre por la ruta vieja, donde salvo algún camión transportador de leche o un par de ciclistas obsesionados con el promedio, no solía verse a nadie. Hacía un calor de esos que amedrentan hasta a las iguanas. Estábamos jugadísimos con la hora, a las cuatro el Laucha tenía que ir a abrir el local. Pisaba el 600 con espíritu deportivo, como si nunca se hubiera bajado del Alfa que había usado por la mañana. Tenía poca idea de fierros, era de esos que solucionan todo con plata. Era de esperar que en esas condiciones el motor recalentara.
Un poco después del puente sobre las vías viejas la Bola empezó a fallar, y finalmente se clavó. El Laucha también quedó paralizado, del pánico. Creo que por su cabeza pasaban imágenes aterradoras de la mujer, el hijo, el mecánico familiar, las empleadas. Por la mía, las anécdotas del 600 que había sido el primer auto de mi primo, y que sus amigos, compañeros de viaje, reflotaban en los asados. Por ejemplo esa vez que se les había quedado cuando iban a una carrera de midget en Vila, y que el Tato, jactándose de ser un gran conocedor de la máquina, se bajó a revisar el nivel del aceite: apenas sacó la varilla, el aceite hirviendo le saltó a la cara como en un revival de las Invasiones Inglesas, y le dejó marcadas unas pecas que duelen todavía hoy de solo verlas. O esa otra vez, también en ruta, en que la Bola se había pasado de temperatura y para refrescarla habían tenido que dejarle levantada la tapa, sostenida con un alambre de fardo que habían robado de un campo.
Unos gemidos me sacaron del pasado. El Laucha lloraba, con el antebrazo apoyado en el volante, que estaba impecable, tapizado en cuero. Sentí una mezcla de pena y desprecio. Con una mano en su muslo y voz piadosa intervine: “Tranquilo, lindo, seguro es el aceite, por qué no vas a fijarte.”

sábado, 17 de noviembre de 2012

No olvido...



Silvina Grimaldi Bonin



En la huesa del Olvido
enterré nuestros dos nombres,
y sobre un mármol oscuro
taraceé dos corazones.

En ese mismo lugar,
las más espléndidas flores
crecieron, la gente iba
a contemplar sus colores.

Nadie sabía qué había
debajo de aquellos dones,
ni siquiera sospechaban
que ahí estaban nuestros nombres.

El punto es que el mármol negro
con el par de corazones,
se destrozó en cien mil partes
e hizo que el pueblo se asombre.

Se partió completo, excepto
los airados corazones,
y por cada flor hermosa
se desenterraba un nombre.

De la huesa del Olvido
se escaparon nuestros nombres
y a dos costados del mármol,
se espejan dos corazones.

NO ME OLVIDO



De María Carolina Villanueva




No me olvido de tu cara, tu mirar. No logro deshacerme de tus manos ni de tus abrazos. Imposible arrinconar la espontaneidad y locas ocurrencias en todo tu ser. No hay forma, manera, modo o medio de ignorarte. Tus pedidos, demandas, deseos, necesidades quiero extraviar pero no, no hay vía.


Cada día, cada noche, cada invierno y primavera brotas desde adentro e inundas todo.

Caminas desgarbado, desbordando simpatía. Te enderezas y creces. Cuando me alcances…

No prescindo de aquella vez primera en que me regalaste tu sonrisa, ni cuando tomaste mi mano entre las tuyas o acariciaste mi rostro, tan dulcemente. Tu primer beso no hay guisa de olvidar. ¡Si aún está en mi piel! Y niégase a borrar.

No me abandono ni por un instante a negar tu vida en mi vida.

Cómo desconocerte si tu eres mi sol y mi tempestad, mi llanto y mi humanidad, chiquito mío.

No olvido en mi inhalar que por ti despierto yo.

lunes, 12 de noviembre de 2012

IDENTIDAD


Dolores Villada
Ayelén a secas nomás. El nombre me lo puso la Marta una noche de Noviembre.

El calor era como el de ahora. Yo llevaba días con lo puesto y sin comer, llorando en vano.

Nadie escuchaba mis gemidos, y cuando digo nadie es porque los que me rodeaban tenían sordo el corazón no el oído, los que me rodeaban no eran gente.

Marta entró a la piesita, se sentó a mi lado en el suelo y me dijo:

- Flaca, tenés que aflojar, no es mal bicho el Turco, te conviene hacerle caso

Traté entre espasmos y mocos de explicarle, mi vieja, mis hermanos…

Pero volvió a lo mismo:

- Aflojá, acá podés ser otra y juntás para mandarles. Sino no lo vas a contar…

Ya son cinco Noviembres. ..Ayelén cumple cinco años.

La otra, María, se murió el día en que subió al camión con la ilusión de una vida mejor.

Dolores Villada



jueves, 8 de noviembre de 2012

Salchichas



De María Livia Aghemo


Perder el tiempo, mi tiempo, tendiendo la cama de otros,  todos los días.
¿Por qué no se levantarán y, después de lavarse los dientes, tienden su cama?
Durante la mañana los mandados por todos los negocios del barrio, perdiendo mi tiempo otra vez.
Y lo veo a Marcos, mi vecino, sacar su auto de la cochera. Son las nueve de la mañana y el tipo ya tiene prendido el pucho. Hace sólo quince minutos lo escuché toser por la medianera como si estuviera por escupir los pulmones. Va despacio en su auto, cosa rara porque él siempre sale echando humo con su metro noventa y su voz de tanguero.
¿Por qué va lento? Lo miro y veo como desenrosca el pomo de la crema Karina Rabolini y se la distribuye suavemente por sus manos.
Después de eso dobla en la esquina hecho una furia.
En mi casa cocino de almuerzo una tarta de espinacas y separo la ropa sucia en dos pilas: ropa  blanca y de color. Cuando intento poner en el lavarropas la pila de colores claros descubro la goma del tambor llena de moho, como podrida, toda verde.
Llega Raúl para almorzar, los chicos no vienen porque se quedan en lo de la abuela.
Pregunta qué hay de comer, le digo que “tarta de espinacas”. Me dice que no, que a él no le gusta, que verde comen las vacas, los canarios y los cascarudos, que bajo ningún punto de vista va a tocar esa tarta, él quiere unas salchichas. Dice que odia cuando todo es verde.
Un hartazgo profundo me invade al escucharlo, lo veo más encorvado, opaco y nauseabundo que nunca.
Abro su maletín y tiro toda la tarta de espinacas ahí, entre los expedientes del juzgado.
“Tomá”, le digo alcanzándoselo, “ahora sí todo es verde”.
Junto toda la ropa clara y en una bolsa la llevo hasta la tintorería.
La puerta tiene el cartelito de “cerrado” colgando, pero yo golpeo fuerte la puerta del costado. Uzu me conoce y me va a atender fuera de hora.
Lo veo aparecer caminando despacito por el pasillo. Me rio sola acordándome de mi hijo que siempre pregunta “¿por qué Uzu tiene los ojos cerrados, cómo hace ver así?”. No hay forma de hacerle entender que así son los orientales, que Uzu viene de un lugar donde todos los ojos son rasgados.
Me abre y con una sonrisa me explica que la tintorería está cerrada porque él tiene anginas.
Me invita a pasar igual. No sé si corresponde. Me invita un té, y pienso que tomar un té en lo de Uzu no tiene nada de malo.
Me pide que me saque los zapatos porque a su casa hay que entrar descalzo. El té en una teterita hermosa, sobre una mesa bajita rodeada de almohadones verdes. Cuando doy el primer sorbo todo el vapor entra por mi nariz. Uzu se sienta al lado mío y me masajea los pies.
Después de eso cierra la puerta.

sábado, 3 de noviembre de 2012

CRISIS II y CRISIS III

Dolores Villada
 

CRISIS II



Jerarquizados mi tú y tu yo


Hice una ensalada hace unos años,

Tus, mis, tuyos y nuestros.

Aderecé con ímpetu, amor e ilusiones,

acompañé con hijos y canto

degusté una y otra vez.



Hoy, sentada veinte años después a la mesa,


Tengo una indigestión estrepitosa

Crujen de tal modo mis tripas y mi cuore

Que temo la muerte si no cambio dieta.



CRISIS III




Aquí estoy en medio de la sala


Mis adultos partiendo,

Mis niños partiendo,

y yo, en la mitad de mi vida

Salgo a buscar? Espero?
 

AUTORRETRATO

Silvana Mandrile


Entre la que debo y quiero ser

apenas soy la que puedo…

Una cascada de risas por fuera,

una procesión de lágrimas adentro.

De la historia, un trazo

sin demasiado esmero…

Algunas pocas quimeras,

un puñado de recuerdos.

De ideas contradictorias

y de palabras escuetas,

no por pobre el lenguaje

sino por cauta la lengua.

Nacida allá en la campiña,

de una clase media alta

venida a menos después

por jugarretas del tiempo

y trastadas del gobierno.

Educadora incansable,

responsable por demás…

Perfeccionismo, el defecto;

virtud, la generosidad…

Un complejo, estas ojeras

que me opacan la mirada

consumiendo maquillaje

y espejos para taparlas.

Hasta que aprendo a reflejarme

en el rostro de la gente,

sintiéndome igual a todos

y a la vez tan diferente.

Abrumada por los roles

que la existencia depara…

Ser una hija ejemplar,

una madre abnegada

mas una esposa amante

y una colega leal

cuando el disfrute real

es la entrañable amistad.

Los extremos me sofocan,

buceo el camino del medio

aunque la vida se empeña

tirarme contra las cuerdas

para enseñarme que es sangre

lo que corre por mis venas…

Emociones que anhelan salir

y la razón no las deja.

La fe que viene y que va

pero que nunca se queda.

Aborrezco la rutina

y me planto en su vereda…

Arremeto con los cambios

y el viento conservador

castiga duro mis alas

que a medio desplegar

no vuelan casi nada.

Si escribo es porque me mata

esta vida pasajera,

tanto tiempo puesta en ella

y sigo sin entenderla.

La muerte no me amedrenta…

El olvido sí que cercena

con su memoria extraviada,

con su voz sin palabras

con ese miedo al desquicio…

A la oscuridad del alma.

Soy la de tantas preguntas

sin ninguna respuesta.

Soy la que sigue en pie

después de todas las guerras.

Soy la que busca un destino

más allá de este camino.

Eternidad… Trascendencia

es sólo lo que ambiciono.

Escribo para escribirme,

para contarme verdades,

para que alguien me lea

cuando sea nadie.

Necesito de los libros

como del aire y del agua

más que del pan y del vino.

Entre la que debo y quiero ser

apenas soy la que puedo

alimentando el espíritu

con las savia de mis versos.










miércoles, 24 de octubre de 2012

CRISIS


Dolores Villada

 

Saltar al vacío y la penumbra

Correr descalza sobre el asfalto ardiente

Llorar a escondidas de ti misma

Dejar a un costado aquello que te centraba.



Perder el Norte y el Sur


Situarte al este y mirar el poniente

Con la convicción de lo ineludible y urgente…



O rompes, o quiebras, o cambias


O no habrá nuevas oportunidades.



Asomarte a una ilusión postergada


Acariciar la niña que eras

Llorar los adultos que se fueron

Y, obligadamente, elegir. De eso se trata.

SER UNO MISMO


De Silvina Grimaldi Bonin


Con una verdad en la mano
y en la otra, una tristeza,
avancé por el desierto
hiper poblado de penas.


Dejé un amor en la esquina,
un vacío en la vereda,
un dolor en una caja
y una bronca bajo tierra.

Caminaba a paso firme,
con la mirada en la meta,
y se borraba a mi paso
el rastro de toda huella.

Me fui de mis desazones
como quién a todos deja
boquiabiertos y pensando:
¿ qué anda pasando con ésta…?


Ser uno mismo es un precio
que paga aquél que se arriesga
a mostrar por fin la cara
y a romper máscaras huecas.

Ser uno mismo equivale
a transiciones eternas,
a encrucijadas enormes,
a decisiones inmensas.

Y al fin de todo el camino
quizás, a encontrar respuestas
que te corroen el alma,
como el que busca y no encuentra…

Ser uno mismo es ganar
contra el espejo la guerra,
y a pesar de los pesares
lograr escapar ilesa.




Silvina Grimaldi Bonin


Textos:
www.silvinagrimaldi.com.ar

Consigna "Ser uno mismo"

Se trata de escribir un texto alrededor de este concepto. Podemos personificarlo siendo protagonistas o testigos. Puede ser un acto policial, un dramón o una etérea poesía. Puede que sea algo que los demàs no nos dejan ser..o algo que nos impedimos a nosotros mismos. Es tan dificil? Y...sí

Suerte con vos mismo !!

Nati

martes, 18 de septiembre de 2012

Carta a Clarita

De Inés de Elía

Hijita:
Confieso que esperando tu llegada me di cuenta de que había dejado de ser yo, para ser “nosotras”… ¿Cuántas cosas habrás vivido en estos nueve meses?
Habrás tenido que aguantar mis días de ansiedad, de locura, de no saber qué quiero… de antojos y de “desantojos”… Me habrás oído hablar de cosas que seguro ni te interesan… como hierro, turnos médicos y ecografías! ¿Te habrás dormido con mis canciones? Habrás escuchado lo que ingenuamente proyectamos para tu vida, sin pensar en que sos una persona nueva, distinta, que no tiene porqué querer lo mismo que nosotros… Seguramente no debes haber entendido mis miedos, mis angustias y mis inseguridades… pero te habrás dado cuenta de mi felicidad incalculable por haber sido elegida para llevarte dentro mío, cuidarte, protegerte y amarte como nadie más… Habrás sentido mis lágrimas de alegría y emoción imaginando tu llegada… y la dicha inmensa que me inunda cuando abrazo a tu papá… y te habrás asustado cuando mi corazón se acelera si él nos mira y nos dice las quiero mucho…
Nos has regalado el título y la responsabilidad de ser mamá y papá… Para siempre…
Nos has cambiado la forma de amar… PARA SIEMPRE!
Te esperamos hijita, para aprender juntos los tres de qué se trata esto de ser familia… Esto recién empieza! 
Con amor…
 Mamá.

viernes, 14 de septiembre de 2012

Te espero

Carolina Crespo




Hoy…ayer…mañana…cada día te espero, te anhelo, te deseo…te imagino, te amo…

….Una cascada de sentimientos y hechos que nunca volverá atrás…que no quiero que vuelva atrás…cuando me doy cuenta estamos inmersos en este sentimiento de ser parte…de tener parte…cuantos cambios trae este vientre abultado…este anhelo compartido…este amor liberado…

Esta espera que nos lleva meses, años, o la vida…quizás nunca llegue…quizás llega de una manera que no imaginamos, quizás nos golpea la puerta de sorpresa, quizás nos empuja y nos tira…nos transforma siempre…sin importar si llega como una suave seda o como una huracán imparable…

Un aluvión de miedos pero también una montaña de sueños, una fuente de besos de dulce de leche, de cariños de miel, abrazos suaves de caramelo… te espero…

Un todo…un cambio…un nuevo comenzar a transitar la vida y te espero …

jueves, 13 de septiembre de 2012

Consigna Ellas

Yo sabìa, un escritor de Palabras Por Decir, es el primero que se inspira en la consigna !!

   "Yo te cuento"

El segundo, Jorge Mario Ortiz, inspirándose también en la fotografía, escribió el siguiente texto:

"Mujer encinta"

Consigna ELLAS


Hola a todas !!

Hace mucho que no subo una consigna, no me salía nada. Siempre que las elijo, primero escondo la cabeza como un ñandú adentro mío y escarbo a ver qué sale. Esta vez no lo hice. 

Hoy por la mañana, recibí esta foto. Tan absolutamente femenina. Tan completa de mujer. Es una amiga querida que está esperando una beba...

Les propongo, escribir mirando su gesto, su entorno, sus colores, sus manos, su mesa. 

Estoy segura que nacerá alguien más.

Un abrazo!

Nati

miércoles, 5 de septiembre de 2012

EL EXTRAÑO CASO DEL AUTOVELORIO...

De Silvina Grimaldi Bonin

I



Si alguien pregunta por mí,
desparramad en el pueblo
que en augusta soledad,
transito un solemne duelo,

velando en mi propia casa
y en respetuoso silencio,
a ¨la que no quiero ser¨
y ¨fui hasta hoy.¨ He dispuesto

en la amplia mesa del living,
sobre mis libros, un féretro
con negra funda de humo
y gris falacia por dentro.

En su interior ya descansan:
Mis más deplorables versos,
un tropel de irrealidades
y un sinfín de desaciertos.

Los fuegos artificiales
que probé en mi propio cielo
y cuyas chispas quemantes
justo en mis ojos cayeron.

Un viejo tarro oxidado
con unos… dos mil ¨Te Quiero¨
que tiene la tapa rota
y cien gusanos adentro.

Yacen también, las mentiras
que dije en frente mi espejo
y la frígida muñeca
de mi eternal descontento.

Un amasijo confuso
de cobardía y lamentos,
que llevé como estandarte
desde el principio del Tiempo.


Los amores que no tuve,
(porque no pude tenerlos)
y que he usado como excusa,
blasón, armadura y yelmo…





¡Nunca he visto un ataúd
con espacio más inmenso,
donde pudieran caber
igual número de muertos!






II

Me fui de tema, perdón,
a veces, tanto me extiendo,
que del quid de la cuestión
sin darme cuenta, me alejo.




Volviendo al velorio, sigo
informando a tal respecto,
que desconozco la fecha
exacta para el sepelio.

Se ruega no enviar flores
de ningún tipo, les tengo
alergia y el estornudo,
me haría llorar… ¡ no quiero !



Así que... me tomo el margen
que considere- de tiempo-
para velar ¨a quien fui¨,
por asistirme el derecho.



Y mientras tanto, Epitafio
acorde, voy escribiendo:

¨EL QUE NO CAMBIA SE QUEDA
ATADO A SU PROPIO ENREDO,

PUDRIÉNDOSE LENTAMENTE,
IGUAL QUE AQUÉL QUE ESTÁ MUERTO,
CON EL HONOR DE ASISTIR
SIN GLORIA, A SU PROPIO ENTIERRO.

AQUÍ YACE LA QUE FUI,
Y NO QUISO SEGUIR SIENDO,
¡TENIENDOSÉ* QUE MORIR!
PARA CONTINUAR VIVIENDO …¨







Si alguien pregunta por mí,

desparramadlo en el pueblo…










* N. de la A. :




Leasé ¨teniendosé¨,

con tilde en la última e,

aunque el D.R.A.E. no esté de acuerdo.




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TEXTOS:

www.silvinagrimaldi.com.ar

EXPTE.4993996/2012- D.N.D.A.Arg.

http://www.safecreative.org/




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