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sábado, 30 de julio de 2011

"Un lugar limpio y bien iluminado" por Mariana Rey


"...Hija del Sol... Adoraba el verano. Si era próximo al mar, mejor. Así
que se fue a vivir cerca de él...Sin querer?...

Quién sabe; la vida nos lleva a donde nos tiene que llevar y allí la
sorprendió. Con altibajos, con buenas y no tanto. Ejerció lo que
 sabía y lo que no sabía lo aprendió. Volvió a descubrirse y a
 asombrarse de ella misma...que fuertes podemos ser los humanos
 cuando las circunstancias lo requieren!

Después de mucho correr, se detuvo, dejó que aquello que tanto
 esperaba la alcance...y entonces se encontró...con su alma, con
 él...y con su lugar...un lugar limpio y bien iluminado, como su
 corazón."
                                        

lunes, 25 de julio de 2011

"La brisa" por María Livia Anghemo



Vivo en un pequeño poblado Sirio cercano a Latakia, a orillas del Mediterráneo, todos me conocen en el pueblo porque soy la que hace los “kaftas” más exquisitos, cuando los comienzo a preparar poco a poco se acercan a mi puerta todos los vecinosa compartir la mesa y como dice el Corán: “está prohibido comer hasta saciarse si tu vecino tiene hambre”. Los “kaftas” se preparan con carne de cordero picada, cebollas, especias y otros ingredientes secretos que sólo yo conozco y no pienso contarles.
Comparto mi casa con mi amado esposo Ahmad, mi hija Hala de 15 años y mis dos hijos varones Ali y Samir de 7 y 5 años respectivamente. Siempre nos hemos dedicado a cultivar algodón y criar cabras y corderos, pero desde los 2 últimos golpes de estado en 1951 y 1952 las cosas no han vuelto a ser como solían ser; Ahmad vive nervioso, él no dice lo que pasa, no corresponde, una esposa nunca participa en las decisiones familiares, ni de las buenas ni de las malas; pero como les venía diciendo: yo sé lo que está pasando por su mente, mes a mes veo como los ingresos han ido mermando, preparar mis “kaftas” es cada vez más difícil, los vecinos me dicen: -Rana ¿cuándo nos invitarás a comer?.
Ahmad pasa sus horas  orando en la mezquita, cree que Alá solucionará nuestros problemas, les digo amigos: Alá no se ha enterado de que existimos.
Un día de esos vino con una idea nueva en su cabeza (idea descabellada, desesperada, desatinada): entregar a nuestra hija Hala a la familia Ozan.
-Por favor Ahmad, Hala es sólo una niña. La vi esta mañana jugando con sus hermanos, saltando los tres entre las cabras. Se lo repito, es sólo una niña. ¿Qué haría viviendo con los Ozan?
-Tiene posibilidades de casarse con uno de ellos.
-No me mienta Ahmad ¿Le aseguraron que la desposarán? ¿O la llevarán para los pozos de petróleo?
-Cálmate mujer. Yo le he orado a Alá y Él envió a Mohamed Ozan para que hablara conmigo.
-¿Y qué le dijo Mohamed Ozan?
-Él me dijo: “entrégame a tu hija Hala y tendrás una boca menos que alimentar, puede casarse con uno de mis sobrinos y yo puedo ayudar a tu familia entregándote algo de dinero”.
-Por favor Ahmad, le suplico que no le entregue a nuestra hija. Usted sabe que llevan a esas niñas a los lugares en donde trabajan sacando petróleo y las usan para satisfacer sus deseos más bajos. Nosotros podemos intentar nuevamente sembrando algodón, yo estoy dispuesta a hacer todo lo que usted me pida.
-Mujer deja de lamentarte. La decisión ya está tomada.
Estoy en el patio y no puedo dejar de llorar, mi mente está aturdida. El sol de la tarde me calienta la nuca; mis lágrimas también hierven, hierven de bronca, de hastío, de impotencia. Siento que el aire no llega a mi cuerpo, me asfixio, las hojas están quietas en los árboles, no corre ni una pequeña brisa; temo morir en este instante por falta de aire.
Ahí está el hacha que uso para sacrificar a los corderos, su hoja brilla bajo el sol, su mando también está caliente, como mi nuca y como mis lágrimas. La tomo entre mis manos, entro tambaleante a la cocina; Ahmad está de espaldas, sentado escuchando la radio, y de repente, en un solo movimiento le corto la cabeza que rueda hasta mis pies.
Siento una brisa entrar por la puerta, todo el aire del campo está en mis pulmones, se escuchan niños jugando a lo lejos. Hoy mis “kaftas” van a estar más exquisitos que nunca.