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lunes, 21 de noviembre de 2011

Poesía de Lucrecia Martinez Nogueras

Esperado con ansias
Como el agua a un pájaro sediento
llegaste a mi lado

Tu mirada y tu palabra
Nublaron mi alma al no dejarme
ver el fondo de la cuestión
Ni el oro brilló tanto
Ni las olas rompieron tanto
como mi corazón al latir
Besos, abrazos y la piel
que nunca sentí que poseía
se apresaron sin piedad de tu pasión
Cuanta lectura infinita y que poca
mirada al corazón, que habló y sintió
estremeciéndose cada vez que nos mirábamos...
El amor sin enfrentar.... que cobardía al alma !!!
Como decirle gritando al viento los momentos que ansié compartir y que no pude...
Los sueños que pensé y nunca fueron,
La fe que nunca supe que tenia adentro, se animó a defender mi sentimiento.
Hasta el final, hasta sentir que ya había dado todo , pero no bastó
No bastó para tu exigencia, tu orgullo
para llenar tu refrigerio de dotes elegantes ...
Que frágil suenan hoy tus palabras
Cuando antes colmaban mis oídos...
Enfrentar un nuevo aire
Mirar al frente y lanzarme
Sentir la brisa y ver que sin vos
Puedo llegar a ver mejor
Hoy puedo sentir que puedo..
Ese latir ya dejó de sufrir
Ese amor ya pagó su deuda
Esa pasión , como el fuego, ya se apagó.
Y mi corazón dolido ya pidió perdón.

EL OPACADOR DE BODAS







de María Livia Aghemo


Malena me tiene enloquecido con los preparativos del casamiento, estoy trabajando y suena mi celular. Y así, como quien tira un dardo, pregunta:
-¿Preferís que los centros de mesa sean con azucenas o lirios?
- …
-¡Dale Mariano! Es algo urgente ¡Lo tenemos que resolver esta semana!
-Ay Malena, no es que no quiera opinar pero no sé cuáles son las azucenas, y tampoco sé cuáles son los lirios. Elegí vos mi amor, lo que más te guste.
-¡No! Tenemos que decidir juntos, yo para esta noche cuando nos encontremos a cenar te llevo unas fotos de cada uno y vos me decís que te parece.
-Bueno linda. Besitos.
Me tomo un migral. Me explota la cabeza y pienso que por la noche, tras culminar con una clase de botánica, me dolerá el doble.
¿Por qué las mujeres se pondrán así con su casamiento? Cuando le dije a Malena que yo no tenía intenciones de casarme se deshizo en lágrimas un mes completo y decía cosas acerca del vestido blanco, la unión espiritual, la base de la familia, la ilusión de su abuela…
Después de eso pensé “nos podríamos casar, una ceremonia tranquila, Malena va a estar muy feliz”. En el momento en que se lo dije lloró, estaba contenta, hubo cinco minutos de calma. Luego movió la cabeza de un lado a otro como para acomodarse el cabello, clavó su mirada en mí y ordenó:
-¡Vamos a organizar todo ya!
Así fue como terminé en esto, por mis buenas intenciones, por amor a Malena. Pero me excede, no sé distinguir entre el “beige” y el “vainilla” de los manteles, me da igual si entregamos o no suvenires, y la música prefiero que la elija el DJ. Soy un hombre como cualquier otro, hago como que escucho a mi novia pero estoy pensando en los problemas del trabajo.

Nos encontramos en un pequeño restaurante de comida peruana. Malena está hermosa, se puso unos jeans con una remera celeste (“lavanda” diría ella) y tiene el pelo suelto, eso me encanta. Pedimos ceviche y una botella de vino blanco. Enseguida saca las fotos de las flores y pide mi opinión:
-Me gustan las dos –contestó- elegí vos.
-Pero yo estoy indecisa, no sé cuál va a quedar mejor con los manteles y las servilletas.
-No sé, creo que los lirios que tienen ese tono lila adentro quedarían bien-arriesgo.
-¿Te parece? Yo creo que no, ese lila los hace tristes. Ya está, me decidí: mejor las azucenas ¿Qué opinas?
-Son hermosas-digo.
Pero pienso: ¿qué opino? Opino que estás loca, me preguntás que quiero y elegís lo opuesto.
Ahora saca la lista de invitados de su cartera, falta un mes para el casamiento y aún no podemos acordar acerca de todos. Malena invitó a su familia, incluso a sus primos segundos. Yo quiero que estén mis padres y mis amigos, no necesito a nadie más.
-Retomemos el tema de Marcelo-arremete.
-Malena, ya te dije que Marcelo tiene  que estar, es mi amigo de toda la vida; él es importante para mí . Si hasta me va a organizar la despedida de soltero.
-Pero viste lo que hizo en los casamientos de tus otros amigos…
-¡No hizo nada!
-Mirá, por algo todas las esposas le pusieron ese sobrenombre: “el opacador de bodas”.
Respiro profundo y me dispongo a escuchar una lista de delirios que Malena y las mujeres de mis amigos han hecho sobre Marcelo.
-Vos sabés de qué  hablo, en el casamiento de Damián fue con un smoking  de solapas doradas  y el novio  al lado de él parecía un mozo del servicio.  En el casamiento de Alejandro alquiló una limosina y la estacionó en el lugar donde tenía que parar el auto de los novios. En el casamiento de Esteban fue con una chica que estaba con un vestido largo y blanco, y todo el mundo creía que ella era la novia. ¡No quiero que arruine nuestro casamiento!
-Tranquilizate, yo voy a hablar con él y le voy a explicar que queremos un casamiento tranquilo. Mi amor, nada va a pasar. Va a ser nuestro día y todo va  a estar perfecto.
Malena me sonríe complacida, parece que fue el fin de la cuestión.

Pasan quince días que parecen eternos, por suerte ya no queda nada por decidir. Tenemos resuelto desde el moño que va arriba del auto hasta la noche de bodas en un hotel de lujo.
Mi secretaria abre la puerta y me dice:
-Está el señor Marcelo.
Tiene en la cara esa sonrisita que Marcelo les genera a todas las mujeres, esa expresión de diversión. Justo detrás de la sonrisa  de mi secretaria aparece él, también sonriente. De traje impecable vistiendo su metro ochenta, perfumado, con paso firme y me dice:
-Esta noche es tu despedida de soltero Marianito ¡No sabés como lo vas a pasar papá!

Marcelo organizó todo en la casa quinta de otro amigo. Voy llegando con el auto y veo que ya están los autos de los demás. Allá, en el patio, se ve el fuego prendido para el asado.
-Que bueno, un viernes de tranquilidad con amigos y un par de vasos de fernet.
Paso directo al patio y me reciben como si fuera un rey, cantan alegres. Se nota que todos ya me llevan varios vasos de ventaja.
El “gordo” se encarga del asado, que está exquisito: la entraña, las costillas, los chorizos, las morcillas; todo regado con el mejor de los vinos tintos.
Y después de tanta risa y tantos recuerdos, la verdad, ya tengo ganas de volver a mi departamento con Malena. Pero Marcelo se va a ofender, mejor me quedo una horita más.
En eso el “gordo” descorcha un champagne y nos sirve a todos, para brindar por mí; por el traidor que pasa del “equipo” de los solteros al “equipo” de los casados.
-Chicos, el brindis se hace en el living-grita Marcelo- ¡los invito a pasar!

Pasamos al living que de hogareño ya no tiene nada, parece más bien el VIP de un boliche: de todo para tomar, de todo para fumar, de todo para aspirar. ¡Cómo no me fui con Malena más temprano! Ahora ya no puedo huir. Miro a mi alrededor y todos están felices, como niños en un recreo. Marcelo pone una pastilla en mi copa y dice:
-¡Te lo tomás todo hasta el final!
Y yo, como un perro obediente, me lo tomo. Después de tomarlo pienso: ¿habrá sido viagra o éxtasis? Debe haber sido éxtasis,  porque viagra ¿para qué?
En ese instante suena el timbre, Marcelo abre y pasan cinco chicas. No sé si reírme o llorar. Si fue viagra es evidente para qué…
Me tiro en un sillón, me siento algo mareado. Las “chicas” se visten de maestras y sacan un puntero. Creo que todos mis amigos tienen puesto guardapolvos y juegan a la rayuela. Una de las “maestras” se me acerca y me dice:
-¡Alumno Caturelli  usted se portó muy mal! Lo voy a tener que castigar.
Miro mi ropa y me parece que yo también tengo puesto un guardapolvo. Este cretino de Marcelo me dio éxtasis. Ahí viene la “maestra” con el puntero, me agarra de la corbata para levantarme y me dice:
-¡Acompáñeme a la dirección!

Amanezco a las dos de la tarde, la cabeza me late dolorosamente. Tengo mi corbata importada atada al tobillo, y al tobillo lo tengo atado a la cama. A mi lado duerme una rubia, artificial; con una delantera impresionante, también artificial; y está desnuda, eso, la verdad, parece bastante natural.
La que me espera, ¿cómo salgo de acá? Lo único que pienso es en agarrar a Marcelo del cuello y sacarle esa sonrisa que tiene como tatuada en la cara.

Los días siguientes evito ver a Marcelo, hasta que todo se aquiete, hasta que pase el casamiento.
Con Malena también nos vemos poco, ella anda como loca entre tratamientos estéticos, manicura, pruebas del vestido de novia. Cuando me preguntó por mi despedida de soltero descubrí lo bueno que soy mintiendo, no dije nada y punto.

Hoy es el gran día. Hago todo con tranquilidad, quiero llegar a esta noche feliz y sereno.
A la tardecita me ducho, me afeito y comienzo  a vestirme. Mi mamá, emocionada, me ayuda a acomodar el moño de mi jaquet. Me miro en el espejo y me desconozco ¿cómo terminé acá? ¿Haciendo algo que juré que nunca iba a hacer? Pierdo un poco la calma que intenté conservar durante el día.
Suena mi celular, es Malena, habla a mil revoluciones por minuto. Dice que la humedad le arruinó el peinado, que anoche no pudo dormir, que su hermana le dio un tranquilizante pero no le hace efecto.
Respiro.
-Te veo en la iglesia-le digo.
Respiro.

Cuando llego a la iglesia ya hay gente en los bancos, y poco a poco llegan el resto de los invitados. El sacerdote me hace ubicar al lado del altar, me acompañan mis padres.
Espero.
Observo.
Todos hablan entre sí, señalando las flores, el atrio, y a mí. Miran por la puerta y yo también miro. Falsa alarma.
Espero unos minutos más.
La marcha nupcial suena como si estuviera anunciando el fin del mundo.
Entra Malena del brazo de su padre. Resplandeciente, derramando sonrisas, bella.
Al llegar a mi lado me sonríe y dice por lo bajo:
-Me hizo efecto el tranquilizante.
La ceremonia transcurre como una ensoñación, al salir de la iglesia lo veo a Marcelo. Lo observo: el traje no tiene solapas doradas.
Respiro.

El servicio de la fiesta es estupendo. Todos comen y toman alegres. Me sirvo varios bocaditos con camarones y después algunos con caviar. Me lo merezco, después de todo yo estoy pagando para que estas doscientas personas vengan a ver cómo me caso y aprovechen a comer hasta reventar.
Malena me saca a bailar a la pista, está exultante.  Se puso una capellina del cotillón y no se separa de su copita de champagne.
-Male, no tomes tanto, mirá que vos no estás acostumbrada-le digo.
-¡Tenemos  que disfrutar de nuestro día!-me contesta.
En ese instante pasa mi tío Hugo con mi tía Clara y me dicen:
-¿Viste nene la bandeja de plata que te regalamos?
-No tío, no la vi. Mañana con tranquilidad miro todos los regalos.
-No nene. Tenés que verla ahora. ES divina y le hicimos grabar tu nombre y el de Malena con la fecha del casamiento.
Me arrastran hasta la mesa de los regalos. Abrí cinco paquetes antes de encontrar el de la bandeja. Cuando finalmente lo encontramos hicieron llamar al fotógrafo para que “inmortalice” ese momento: tío Hugo, tía Clarita, la bandeja y yo.

Cuando logro librarme de mis tíos tomo una copa de champagne e intento localizar a Malena. No la veo por ningún lado. Nadie sabe dónde está. En realidad todos están alcoholizados y ni siquiera saben dónde están ellos mismos.
Tal vez Malena está descompuesta por el champagne. Entro al baño de damas y escucho unos sollozos.
Todas las puertas de los sanitarios están abiertas excepto la del medio. Me agacho en esa puerta y veo la tela del vestido de novia.
Sigo escuchando los sollozos. ¿Malena está llorando?
No quiero asustarla,  no le digo nada y voy al sanitario de al lado, me paro en el inodoro para asomarme por sobre la pared que divide ambos baños.
Lo primero que veo es la sonrisa tatuada en la cara de Marcelo, que me guiña el ojo mientras tiene sexo con mi mujer.




Mi pequeño gran hombre



de Claudia Nemirovsky Funes

Su cuerpo tibio sobre el mío...
No sabias de la vida,
Sus ojos en mis ojos
Su mano sobre mi pecho,
Tan pequeño…
El tiempo pasó sin perdonar.
Y ahora…
Que ya me habla como igual,
He descubierto que ya no es el pequeño…
Que ya no son mis ojos los que mira
Que ya no son mis manos las que busca
Que el tiempo ha pasado
He descubierto que mi hijo…
Que mi hijo se ha enamorado…
Y ahora…