Para participar enviá un mail a palabrasenronda@gmail.com Todas las imágenes están extraídas de la red INTERNET

lunes, 24 de junio de 2013

ENCUENTROS CAUSALES



 De Emi Tudi





Era un día atípico de invierno, un domingo de sol pleno, húmedo y con un inusual clima primaveral. Amanecí temprano y con ganas de pasear; Puse agua en el termo y cargue la matera. Me costó un poco despertarlo a mi novio, pero luego de un rato de molestarlo sin parar, logre despabilarlo y emprendimos el viaje hacia las sierras.

Rumbo incierto. Mapa en mano, como copiloto dispongo que íbamos a ir donde nos lleve el destino, - cierro los ojos y marco con el dedo, lo que sale, sale–

- No, sos loca - me dice Agustin, -vos tenes mala puntería si sale algo muy lejos no te llevo-.

- Bueno, si es muy lejos, hacemos trampa, barajamos y damos de nuevo, replique.

- Correcto-, afirmo el piloto, no muy convencido.

Respire hondo deseando acertar a la primera, cerré los ojos y empecé a revolear el dedo, como si fuera una barita mágica.

- Listo, la suerte esta echada, es acá - abrí los ojos nerviosa y mire hacia donde se había posado el dedo: “Los cocos”. Distancia: más que prudencial; -Los Cocos, allá vamos- exclame contagiando al chofer con mi entusiasmo.

Luego de una hora de viaje, mates, sierras, charla y buena música arribamos. El pueblo era hermoso, sereno, de casas bajas, un despejado cielo azul y un aire fresco y puro que por momentos se invadía de un exquisito olor a leños.

Paseo obligado the Coco´s park. Montados en la aerosilla regresamos a la infancia. Ya en la cima nos sentamos a contemplar la inmensidad. Nueva ronda de mates y más charla. Siempre surge esa inquietud del citadino de mudarse a vivir en un lugar como el que está visitando, entonces amargo va y amargo viene uno cambia su vida en segundos, vende todo, compra una casa y se instala en el pueblo a vivir tranquilo y respirar de esa paz que percibe al llegar.

En fin, suspiramos sabiendo que es solo un anhelo, pero es lindo soñar. Con el último mate decidimos bajar.

El sol se estaba escondiendo y poco a poco la temperatura fue descendiendo. Tanto jugar a ser niños, y mudarnos de ciudad, nos abrió el apetito.

Ya en la base nos recomendaron un lugar para tomar el té y hacia allá fuimos. La casa era de un sereno estilo inglés; Por dentro los pisos de madera rechinaban, el ambiente era cálido e invitaba a merendar. Al medio de la sala había situada una antigua salamandra. Nos sentamos al lado, pegaditos. Comimos una rica porción de pastel de manzana acompañada con un tazón de chocolate humeante y espeso, que agarramos con las dos manos para calentarnos los dedos que estaban helados.

La moza y dueña del lugar era muy atenta y al vernos con frio nos dijo picara - si quieren abrigos yo les puedo recomendar un lugar. Es un lugar hermoso, dijo la anfitriona, -venden tejidos con hilados artesanales, Se van a ubicar enseguida, bajan por esta misma avenida y van siguiendo los carteles, es una casita como de cuentos-.

Luego de las indicaciones pertinentes y ya con la panza llena partimos hacia el último destino antes del regreso. Ya había oscurecido y el negro de la noche venia envuelto en una brisa gélida. Todo conspiraba para que el deseo de comprar algo mas abrigado fuera in crescendo.

Dimos un par de vueltas perdidos, yo ya me había entusiasmado y no iba a desistir, tenía que poder llegar. Dos o tres vueltas mas, y mientras admirábamos los antiguos caserones logramos encontrar el primer cartel indicativo.

Avanzamos varias cuadras mas y a lo lejos visualizamos la casita, era de fabula tal como nos habían contado. Entramos tímidamente, y nos recibió una mujer de sonrisa generosa, se veía feliz de vernos llegar y enseguida nos relajamos. Yo quede embelesada y quería comprar cuanto pulóver se me cruzaba. Todos los tejidos eran hechos a mano, el hilado el teñido y la confección totalmente artesanal. Finalmente luego de medirme todo me decido por un chaleco de lana cruda. Bolsa en mano y a instancias del reproche de mi compañero de viaje, que insistía en que se hacía tarde, saludamos y nos fuimos.

- Tengo que volver, exclame emocionada al salir del lugar, - voy a venir con mi hermana, con mi mama, el próximo feriado volvemos si o si-. -

Un... "bueno"(como a los locos), me conformó y me dormí camino a casa.


Pasaron dos años, y por supuesto, no había vuelto pese a que siempre miraba con ansias el folleto que aquella tejedora risueña me había obsequiado.

Corría el mes de febrero, y una vieja compañera de estudios se encontraba veraneando junto a su familia en la Cumbre, el clima no acompañaba para nada, hacia un frio polar; Y entonces aburridos nos invitaron a pasar el día para amenizar. -

Como somos paseanderos, sin vacilar armamos la mochila y partimos. Una tarde helada pero de hermosa compañía, de infusiones y chipa. Ya al ocaso la invite a mi amiga a aquel lugar de ensueños que tanto había deseado volver a visitar. Y allá fuimos.

Por supuesto que las dos caímos rendidas ante todo lo que nos ofrecían. Gorros, sacos, mantas, hilazas de todo tipo, coloridas, más sobrias, más calentitas, más livianas. Para todo gusto.

Yo sin plata me fui feliz de solo haber visto y ella se fue con una bolsa llena de ponchitos.

Tiempo después, mi amiga y aquella artesana sonriente, siguieron en contacto. Y por esas cosas que tiene la vida, en este mundo que es un espiral donde todo vuelve y nada sucede por casualidad comenzaron a publicar cuentos en un blog del que me hice fan.

Y quiso el azar que una mañana de fastidioso aburrimiento mientras navegaba perdida por la web leyendo cuentos, aquella mujer que abrigo mis días con un tejido circular, con la misma calidez con que me había recibido en su casa tiempo atrás, me invito a escribir, sin darse cuenta que con ese gesto tan simple tiraba de una madeja que poco a poco se fue desenredando y empezó a tejerse una nueva historia. Mi historia como escritora. Mi nueva pasión. Dándole un nuevo incentivo a mi rutina. Un nuevo rumbo, ya no hacia las sierras, sino hacia lo más profundo de mi imaginación.

Y comprendo ahora que en este universo nada sucede porque si, nadie llega a nuestra vida sin motivo, ni se va sin dejar huellas. Ningún destino es fortuito ni esta librado al azar. Ningún encuentro es casual.

Ni la mujer siguió tejiendo, ni mi amiga volvió a escribir. Ya su misión se había cumplido.

Desencuentro


De Silvana Mandrille




Cuando yo te amaba me dejaste ir

no era tu momento, sólo mi sentir;

cuando me elegiste yo no lo advertí,

había otro amor por el que vivir.



¡Cuánto lamento este desencuentro

hoy que el recuerdo te trae por aquí!

Los años pasaron y ya no abrigamos

sueños de juventud.



No sé de tu destino, no sabés de mi presente;

más si un día el azar nos vuelve a reunir

es posible que en los rostros nos desconozcamos,

y por si acaso el corazón traiciona

no faltarán las palabras disfrazadas de amistad.

¡Un nuevo desencuentro

habremos de saborear!



El pasado ha muerto, no revive más;

no somos los mismos, cambiamos la edad.

Nos condena el tiempo que no vuelve atrás,

y aunque la vida ruede... rodando y rodando

no pasa dos veces por el mismo lugar.



Desencuentro es el nombre del instante furtivo que pudimos disfrutar.