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sábado, 8 de octubre de 2011

Tres mosqueteros


de María Livia Aghemo



Viví un poco en cada lugar.  Al llegar a los treinta años, me cansé de girar como veleta en día ventoso. Ahí lo supe.  Tenía que volver a la ciudad de mis amores.  Tenía que volver a Córdoba.
Ese fue el comienzo de todo, ese retorno a Córdoba. Conseguí trabajo en un hotel muy conocido, gracias a mi amplio curriculum de pastelera.  Mis horarios, siempre locos; esa semana había una convención de médicos cirujanos cardiovasculares y tenía que trabajar a destajo.  El viernes, salí a las tres de la mañana del hotel.  Los pies me latían; la mano izquierda, quemada por el calor del horno; todo mi cuerpo con olor a “dulce”.  Urgente necesito un baño, pensé.  Prendí un cigarrillo y di una pitada profunda, esa pitada gigante que indicaba que mi día de trabajo había terminado.  Esta noche voy a soñar con petit fours-me dije. Levanté la vista y observé a los lejos venir un hombre con un envase de cerveza. Tuve miedo, la calle estaba desierta. Busco el celular en la cartera como si mi seguridad dependiera de un llamado. ¿A quién? ¿A la policía? ¿A mi madre? ¿A un amigo? ¿Al hotel? No. Al hotel, no. Vuelvo a mirar. Está cerca. Miro su cara:
-Pablo, ¿sos vos?      
-¿Qué haces Celeste? Tantos años!... Qué bueno encontrarte, loca!
Intercambiamos teléfonos. En ese momento, llega el colectivo a la parada.
-Te llamo- me gritó.
Esa noche no soñé con petit fours, ni lemon pie; ni siquiera tuve esa pesadilla recurrente en la que al desmoldar el cheese cake, éste se desmorona. Esa noche soñé con el momento en que conocí a Pablo, el vino tinto que nos tomamos y esas empanadas salteñas exquisitas. Fue un sueño erótico, él me besaba de pies a cabeza y me decía que esa noche duerma en su casa. Me levanté turbada, ese sueño loco en donde se mezcló realidad con fantasía, me dejó con una sensación de irrealidad. –Si yo nunca tuve nada romántico con Pablo!... todo me resultó gracioso.
Fin de semana de franco. ¡Qué alegría! Primero, unos mates.  Mientras, regar las plantas del balcón, música alegre, limpiar el baño, un sahumerio, 2 hojas de un libro de suspenso, sándwich de mortadela y manteca, y el teléfono sonando insistente: Pablo me invitaba a ir a las sierras a una casa de té.
- Qué se yo, bueno, dale. Te espero en casa-le dije.
Me cambié de ropa, me puse un jean gastado, mis converse y esa remera que todo el mundo me dice que tire y yo pienso usar hasta que sea harapos. No le pensaba dar chance a Pablo de verme “linda”, no tengo ganas de lidiar con un “lancero”.
Sonó el timbre, potente y corto.
-Ya bajo-le dije.
Una última mirada en el espejo del ascensor. Soy una mujer como cualquier otra, escondo la panza mientras me observo. Quise parecer “casual” y aún así parezco “sexi”, debería recogerme el pelo, no tengo ninguna gomita en la mochila; no importa, ya estoy en planta baja.
Pablo me espera en el hall, sonrisa de oreja a oreja, dientes blancos y perfectos, alegre. Me besa en la mejilla y mientras, con su mano gigante, presiona mi brazo minúsculo. Así me lleva frente a un auto, su auto; en él hay una chica sentada. Se baja.
-Ella es Clara, mi novia.  Clara, ella es la “famosa” Celeste.
Clara hace una sonrisa tímida.
¿De dónde salió esta mujer? Pienso¿de una película de Tim Burton? Le doy un beso y me siento atrás.
Pablo habla sin parar. Yo estoy viviendo una situación muy incómoda. La miro a Clara de arriba abajo. Vestido con flores, zapatitos chatos también con flores- zapatos de nena pienso- el pelo recogido con gracia dejando ver esos reflejos rubios que en ella se nota que son naturales, perfume suave, pestañas que suben y bajan en cámara lenta.
La música nos ayuda a relajarnos. Hablamos de política, de comidas, de las vacaciones próximas; Clara ceba unos mates con “yuyitos” y miel, yo prefiero los mates amargos pero debo reconocer que están ricos; cuando le habla a Pablo le dice “Pablín” y suena extraño, como si la que hablara fuera una duendecita.
Llegamos a un lugar bellísimo, en el medio de la montaña. Una casita acondicionada para recibir invitados en su living, un té excelente.
-No quiero saber nada con las tortas-digo y pido un sándwich de jamón crudo, tomates secos y rúcula.
Pablo se sienta en el medio, comandando su pequeño harem. Se mueve con seguridad, nos hace bromas a Clara y a mí; se puso el último perfume de Chanel, estoy segura. Clara se va al baño, aprovecho a contestar un mensaje de texto que me llegó al celular; siento, por debajo de la mesa, la mano de Pablo en mi rodilla, lo miro y él tiene la cara orientada hacia el otro lado. Vuelve Clara. Carraspeo. Pablo como si nada le dice mi amor y la besa. Me debo haber confundido.
Nos transformamos en compañeros inseparables. “Los tres mosqueteros”, decía Pablo. Al principio yo creía que Clara se iba a poner celosa, pero siempre estaba contenta, sonriente; a veces me llamaba ella y otras veces Pablo. Organizábamos salidas divertidas. Cuando comenzó el calorcito nos fuimos de campamento a “El durazno”; nos bañábamos en el río y por las noches nuestras charlas duraban horas; fernet en mano, éramos felices. Clara me preguntaba por qué yo no encontraba ningún hombre para mí;  yo me reía y le contestaba que no podía ser tan “sumisa” como era ella con Pablo, y todo quedaba ahí, en el chiste fácil, en la broma sarcástica.
El calor fue en aumento. Enero me encontró derretida sobre el piso de parquet de mi departamento, no tenía ganas de nada. Suena el teléfono, es Pablo.
-Vamos al cine- me dice.
-Y la verdad es que me parece buena idea, la única manera de sobrevivir a este día es con el aire acondicionado de los shoppings.
-Nos encontramos ahí a las cinco de la tarde entonces. Besos. Y cortó.
Llego tarde, con el pelo mojado, un short de jean y mis infaltables converse. Lo veo a Pablo parado al lado de la boletería del cine.
-¿Y Clara? Pregunto.
-Tuvo una emergencia con un paciente, dijo que viene para que cenemos los 3 juntos.
-Bueno, qué pena, no sé si da para que entremos nosotros  dos.
-¡Si dale! Te va a encantar esta peli pochoclera, además ya compré las entradas.
Entramos con la película ya empezada, pateando piernas y pidiendo disculpas en la oscuridad. Pablo había comprado nachos y el ruido que hacíamos al masticarlos estaba en la misma tónica que el sonido de las bolsas de pocholo. La película era un fiasco, cuando los aliens comenzaron a pelear con los cowboys Pablo pasó su brazo por mi espalda. Lo miro y él estaba muy concentrado observando la pantalla; poco a poco fue inclinando su cabeza hacia mí, me respiraba a centímetros de distancia. No lo voy a mirar, pienso. Pero fue inevitable, giré la cabeza y ahí estaba su boca, besándome con insistencia, en este día de enero que no había comenzado bien.
Lo aparto de mí.
-No doy más Celeste-me dice- te comería entera como si fueras una de tus tortas, ¡vámonos a un lugar más tranquilo ya!
-Pablo, no entendés nada.
Miro la pantalla y en el preciso instante en que toda la sangre verde del alien salpica al cowboy, se lo digo:
-Nene, desde el instante en que conocí a Clara, muero de amor por ella.



jueves, 6 de octubre de 2011

Para aprender a construir personajes.... Hagamos este ejercicio, está realmente bueno y ayuda de verdad!!!

1. ¿Cuál es su nombre completo?
2. ¿Dónde y cuándo nació?
3. ¿Quienes son o eran sus padres? (nombres, profesiones, personalidad...)
4. ¿Tiene hermanos? ¿Cómo son?
5. ¿Dónde vive ahora y con quién? Describe el lugar y las personas que viven con él.
6. ¿A qué se dedica?
7. Escribe una descripción completa sobre él. Debes considerar altura, peso, raza, color de pelo, ojos y tatoos, cicatrices o cualquier otra marca que le diferencie.
8. ¿A qué clase social pertenece?
9. ¿Tiene alergias, enfermedades u otras debilidades físicas?
10. ¿Es diestro o zurdo?
11. ¿Cómo suena su voz?
12. ¿Qué frases o palabras usa con frecuencia?
13. ¿Qué lleva en sus bolsillos?
14. ¿Tiene tics, manías, hábitos extraños u otras características que le definan?

miércoles, 5 de octubre de 2011

La voz, tu voz

de Guadalupe Carsetti Ferreyra



Esperé… durante mucho tiempo esperé, pero la voz que esperaba escuchar no llegó.
La voz que me dijera, que no me preocupe, que nada malo va a pasar…
Pasaron los días, las semanas, los meses… Y tuve que resignarme…
No llegaría, o tal vez llegara, pero tarde, cuando mis oídos ya no estuvieran escuchando…
Finalmente un día llegó, pero como supuse, fue tarde, o tal vez los mismos sonidos que hace tiempo me estremecían el corazón, no tenían el mismo efecto.
Intenté escuchar, pero no debo haber estado tan receptiva, porque la voz se diluía en fragmentos ininteligibles, y me llegaban los sonidos lejanos, inaudibles…
Duele todavía, pero como la vida día a día se encarga de demostrarte que el tiempo cura todas las heridas, sé que en algún momento dejará de doler, y que si en este momento no pude entender la voz, ni su significado, es porque no debía ser…
Porque la vida te da revanchas, te pisotea cuando estás en el suelo, te da una mano para levantarte y a veces vuelve a dejarte caer, pero al final, siempre te levantas, y habrá otra voz, que escucharás nítida y clara, que te hará recordar que a pesar de las caídas, la satisfacción de levantarse, sacudirse las rodillas y seguir es lo que nos hace desear seguir viviendo.
Y tal vez esa voz sea la tuya propia, la que te arenga para que sigas… a veces la escuchamos, y a veces no, pero cuando más la necesitamos ahí aparece.