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viernes, 11 de mayo de 2012

Una vez más


de Natalia Spina


Explotan estridentes sobre los pisos de polvo, los chorros plateados de la lluvia de hoy. Furiosos, desolados, vengativos, inmaduros. El techo es más que nunca de dos aguas. Las tejas rotas se abren más, quiebran al resto. Se esconden los pájaros, las arañas y murciélagos. Quedan enfrentados en la escena, sólo la lluvia y el suelo.

La tierra, tiesa, no tiene escape. Ha habido mucha sequía, no es fácil que el agua la traspase.

La lluvia, indignada, con puño cerrado, golpetea y, en vano, se amontona haciendo charcos.

El peso del agua insiste. El charco al no penetrar, se ensancha. La tierra resiste el duelo.

–¡Te fuiste a otros campos, hace mucho tiempo!-grita la tierra- No importa si fue el sol o el viento. Los brotes que engendraba, se han quemado. Me he vuelto escama. Solo soy arrugas. Polvo de raíces me ha quedado, tirado sobre las piedras, ensuciando el monte, y ¡vos querés volver a despertar mi aroma! Alguna vez… ¿te has evaporado? ¿Te has convertido en hielo????

La cortina de agua, rompe en llanto. Aúlla a chorros. Salpica. Pero no llega. No puede. No debe. De momento, toca algo. Una herida mortal. Un surco. Una arteria gris, amputada.

Puede empezar de nuevo.

Los truenos lo acompañan, un rayo lo introduce.

La tierra, invadida, se estremece.

El brazo del agua, en llovizna, acaricia la grieta.

Y ella, cierra los ojos.  Adentro, no al ras. Sólo adentro. Donde no sabe por qué sigue viva.

La humedad avanza despacito.

Recorre canales, eriza raíces, penetra los huecos.

-Aunque sea sólo un día…-se ruega a sí misma.

Y se deja, se deja y se deja; convertir en barro… nuevamente.

miércoles, 9 de mayo de 2012

HERMANAS EN LA DESGRACIA






De Silvina Grimaldi Bonin


I


Nada hay más irracional


que una fémina celosa,


ni una nube procelosa,


ni el más crudo temporal.


Porque los celos son sal


sobre una herida sangrante,


que va empeorando el talante


cuanto más terreno apura,


doliendo mientras supura,


sin amainar un instante.



II


Yo declaro con certeza


y sin reparos, que aquí:


¨Ninguno alega por sí,


ni modera la cabeza


cuando algún celo le empieza


a taladrar el cerebro¨,


y aunque algunos (como Pedro)


lo puedan negar tres veces,


muy pronto sabrán con creces


que nadie enfrena ese medro.



III


¡Hondo el pesar que me agravia…!


oficiando de voyeur


y protestando por ver


cómo zafo de la rabia.


¿Y vos? Fresquito y en Babia,


puesto a cazar mariposas


con rubias aparatosas,


¡haciendo el galán y el pavo!


sin medir el menoscabo


que me causan esas cosas.


IV


En fin, es más de lo mismo,


pero no menos tortuoso,


porque el mal, cuando es añoso,


va agigantando su abismo.


Y en mi amor no hay egoísmo


pero hay celos desbocados,


ya que el peor de mis pecados


no es ¨no haber sido feliz¨…


¡Es dejar que ella en un tris


te coma en cuatro bocados!


V


Sin embargo a esa chirusa…


no he apuntado mi fusil,


ni disparado un misíl


justo al medio de la trusa.


Y aunque ésto te suene a excusa,


patraña o vil cobardía,


me mueve una simpatía


extraña hacia su persona,


porque está en la misma lona


que quién firma esta herejía.



VI


Y colijo que es ¨gauchita¨,


sufre CASI como yo,


y si ACASO te ama, no


debo juzgarla en su cuita.


Seguramente la irrita


verte con otra flirteando,


y andará necesitando


de una hermana que la escuche


y el piso no le serruche


por andarte disputando.



VII


Y quizás… ¿? también te adora…


(¡NO COMO YO, por supuesto!)


pero puesto en claro ésto,


digamos que a esa señora


y a mí, nos dará la hora


de compartir un diván


terapéutico al que van


las mujeres cuyo nombre


se despeña tras de un hombre


que da piedra en vez de pan.



VIII


¿Y el trofeo por quererte?


También lo compartiremos,


de plata y oro : DOS REMOS,


en mérito a padecerte.


Y desde aquí hasta la muerte,


(dos rubias con pertinacia)


nos unirá la desgracia;


será bandera, hermandad,


buen símbolo de amistad


y loable verbigracia.



IX


Y a la Derecha del Padre,


nos sentaremos un día,


para escribirte poesía,


celándote con desmadre,


aunque al propio Dios taladre


la paciencia si le insisten


que amores así se visten


sólo con mantas virtuosas,


pues las que nacen celosas


¡ni cuando mueren! desisten.



X


Nada hay más irracional


que una fémina celosa,


ni una nube procelosa,

ni el más crudo temporal...



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