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viernes, 5 de abril de 2013

Yo te vi

De Gloria Viejo





Yo te vi...
porque tu ya me habías visto,
cuando yo aún era invisible.
Y me descubrí en tu mirada...
Ahora te veo,
y a veces temo
volver a ser invisible,
no al mundo
sino a tus ojos, a tu mirada.

 

jueves, 4 de abril de 2013

Yo te vi

Sheila Acosta Anzalone.





Yo te vi rodeada por las sombras. Arrastrada por una corriente adversa. Insalvable te veías en tu procesión infamante ante la multitud. La monotonía de la tarde se marchaba, desaparecía gracias a tu aplastamiento contra los muros del castigo ejemplar.

Yo te vi en la ceremonia inquisitorial del Auto de Fe. Lo era en toda su parafernalia. Debías portar un sambenito bufonesco. Denigrante. Uno que despertaba las carcajadas sonoras de un público ávido de humillaciones y carne asada en los patíbulos. El del disfrute por la exhibición. La que se erigía en los despojos de unos seres reducidos a la burla y el vilipendio.
Yo te vi camino al cadalso mientras las muecas de goce arengaban a la continuidad del oprobio. Pude verte cuando intentabas incorporarte. En tanto, altiva, a pesar del suplicio, mirabas a los ojos a tus verdugos. Yo te vi incorporarte en el instante aquel. Ése en el que farfullabas alguna frase de circunstancia. Una que no lograba mermar el desprecio de quienes disfrutaban de tu desgracia. Notarías, desolada, que los enardecía más.
Yo te vi proseguir airosa ante la pila dispuesta para tu ejecución. Sortear la prueba, erguirte mientras tu cuerpo se hallaba descolocado por el potro desgajando tus articulaciones.
Yo te vi trepidar, sufrir, gemir de dolor. Qué habrías sustanciado para ser conducida a tanto sufrimiento. Judaizado, quizás. Pergeñado ideas prohibidas. Habrás ejercido despreciables actos de bigamia, adulterio, artes oscuras para la fe, brujerías, búsqueda de la verdad. Apropiación de otras verdades posibles. Alguna herejía.
Yo te vi sobrevolar la calle concurrida. Te vi en tu vuelo corto buscando ser libre. Para eso, seguramente, habrás caído ante ellos. Ante los que no saben lo que es la piedad, la clemencia. La solidaridad.
Yo te vi en la recepción del consultorio. El de kinesiología. “Terrible golpe me di en la manifestación ayer”, me dijiste, “por fortuna fue sólo un esguince, pero cómo se rieron de mí esos cretinos”. Y como no podía ocultar que estaba ahí, y no había hecho nada para reducir tu pena, te contesté con naturalidad: “claro, si yo te vi”.