Para participar enviá un mail a palabrasenronda@gmail.com Todas las imágenes están extraídas de la red INTERNET

jueves, 8 de marzo de 2012

El día de ella.

De Natalia Spina

La oscuridad escondía la congoja; la almohada se undía arenosa, movediza; las sábanas encima, amenazaban un enredo, parecían convertirse en sogas infinitas.

 Pesada la sangre, las venas dilataban; -no cabes adentro, repetían.

 Al caudal de lo que era una vida, lo vio evaporarse y se quedó mirándolo, nublada, enmohecida... ya lejos.

- El dolor nunca se fue, al fin y al cabo. Me habitará por siempre. Y me dejará sola en silencios tortuosos, con olor a metal, con el único sonido del aire que se cierra de golpe.

¿Sería esta vez una cama, la compañera de su cuerpo, la única que la toque? ¿o la hamaca de su madre, o el piso frío donde sentarse abrazada a sus piernas? Quizás esta vez, caminara por siempre, sin tocar el piso, con sus órganos vacíos, flotando como globos, en el aura del camino de las ausencias.

Que la ciencia no dijera nada. Que las plantas no murieran en tubos de vidrio. Que las dejaran mecerse, desde sus raíces tiernas. Lo único que quedaba igual a la infancia. Para sentirlas al paso, en las yemas de  sus dedos. Para succionar el jugo de sus blandos cabitos. Para que el cuerpo, tenga gusto a algo. Para que, durante tres minutos, su boca se moviera y rozara su lengua algo que antes, llamaba labios. 


 -Yo soy mujer - se animaron ellos a decretar. 

Un aroma a laurel impactó y rompió la nada. 

Sintió en sus dedos la fiel madera, la cuchara. Su brazo derecho dibujaba ochos  sobre algo humeante y rojo. La cara transpiraba. Los pies bajaban. La gravedad existía. Las pestañas salaron la salsa.

Como el astilloso explotar de un vidrio, una bocina. Movió su cara hacia la ventana. La paz del sentir de una sonrisa. Los chicos, volvían de la escuela.