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martes, 26 de agosto de 2014

Semi cama


De Graciela Fachal



En vísperas de estas vacaciones invernales, la terminal parece un hormiguero. En casi todas las plataformas desde las que parten los servicios de larga distancia, los viajeros se agolpan para despachar sus maletas.

Muchos estudiantes universitarios, sonrientes y descontracturados, parecen saborear ya estos próximos días en sus casas paternas, disfrutando del levantarse cuando llamen para almorzar, de las comidas caseras y las sobremesas familiares; de los reencuentros con los amigos en asados, mateadas y boliches de sus ciudades de origen.

Mi ómnibus parte con demora. ¡Al fin comienza el viaje!

¿Y la bandejita con el refrigerio? Ah..! No..! Ahora recuerdo que, cuando vine a comprar esta mañana el pasaje, escuché la lejana voz que manaba del parlantito de la boletería y se confundía con los sonidos de los motores regulando: para hoy, a Pehuajó, sólo queda en el semicama de las 21.

Evidentemente, el semicama no incluye ni tan siquiera una semi bandejita que contenga una semi cenita. Y yo sin cenar! ¡Qué macana!Tan ajustada de tiempo llegué a la terminal que no alcancé a pensar en comprar unas galletitas o un algo. Menos mal que levanté de la heladera de casa, una botellita con agua. Pero no importa. Lo que importa es que ya estoy en viaje y que me he ido relajando tras este día tan movido y movilizador que comenzó poco antes de las cinco de la mañana con una llamada telefónica de mi hermano menor.

Parece que la calefacción está al máximo. Y yo con mi manía de vestirme con tantas prendas para evitar padecer las inclemencias del invierno! me quedo en remera mientras veo que otros compañeros de travesía, uno a uno, van haciendo lo propio

Logro una posición cómoda y comienzo a dormirme.

Se encienden las blancas luces, se abre la puerta y sube una pasajera en Brandsen. La bebé del asiento contiguo comienza a expresar malestar y rezonga. Su madre intenta callarla acercándole un pezón a la boquita. Luego de varios intentos infructuosos la desarropa un poco y, finalmente, la pequeñita se prende al seno materno y santo remedio.

Una pareja de adultos mayores se ha dormido plácidamente, a juzgar por los clásicos sonidos que producen.

Me reacomodo y logro conciliar el sueño. Sueño que es interrumpido abruptamente con el encendido de las luces y la voz de uno de los choferes: Saladillo! Veinticinco de Mayo! Bragado!

Cada parada tiene como objetivo la carga y descarga de encomiendas y de algún que otro pasajero. No obstante, en Brabado me bajo, sedienta de bocanas de aire fresco y puro; y para estirar las piernas. Los semi cama no han sido diseñados pensando en la comodidad de quienes portamos

piernas largas ni de quienes pesan por sobre la media de la población.

Oxigenada y elongada, vuelvo a dormirme. Despierto cuando el ómnibus se detiene en la próxima estación terminal. me apuro a abrigarme, guardo en mi bolso la almohadita y desciendo a esperar la entrega de maletas.

- ¿No había una remisería allá, en frente?- le pregunto a una joven que también espera su equipaje.

- Sí. Pero hace mucho que la cerraron. Ahora sólo hay taxis- responde con voz de recién despertada.

- Ah..! hace tanto que no vengo en micro...- me justifico.

Ingreso al edificio, desesperada por algo que calme mi hambre y pregunto en un mostrador-cafetería:

- ¿Tenés galletitas?

- No, señora- contesta la empleada con expresión de "lo siento".

- ¿Algún kiosco por acá?

- No... A esta hora, no.

- ¿La parada de taxis?

- Ahí, a la vueltita.

Le agradezco y salgo a buscar el vehículo. ¡Qué cambiada está la terminal! Pero ahora no estoy como para evaluar las reformas edilicias. Sólo quiero llegar, comer, fumar un cigarrillo y dormir sin que enciendan las luces ni voceen nombres de ciudades.

Al llegar a la parada veo un auto acercándose velozmente. Se detiene.Su conductor baja rápidamente y carga mi maleta mientras subo.

- ¿A dónde la llevo, señora?

- González del Solar 250.

- A ver... oriénteme. ¿Es para el lado del Barrio Obrero?

- No, en el centro... González del Solar- pronuncio con clara dicción y buen volumen.

- Ah..! Para el lado del Parque...- conduciendo como a 80 km por una avenida en la que no se veía otro atisbo de vida humana despierta que no fuese el conductor o yo.

- No..! A ver: Alem, Hernández, González del Solar!- mientras me escuchaba con profunda atención para corroborar que estaba diciendo las palabras correctas y el correcto orden de las paralelas.- ¿Vos no sos de acá???

- Sí, pero no ubico esa calle.

Entonces, alguna de mis neuronas logró hacer sinapsis para elaborar una acertada pregunta:

- Esto es Pehuajó?

- No señora. Es Nueve de Julio.

- No!!! ¿Y yo qué hago ahora acá???

- No sé, señora. ¿A dónde quiere que la lleve?- mientras parecía pisar aún más el acelerador.

- A la terminal, llevame!!! Rápido!!! Antes de que se vaya el micro!!!

- ¿Usted va a Pehuajó?

- Sí!!! Apurate, por favor!!!

Mi desesperación había llegado a su máxima potencia. Me imaginaba tomando café con medialunas en ese mostrador habitado sólo por la empleada de una terminal tan vacía como colmada estaba aquella de la que había partido. Tendría que esperar allí hasta que un nuevo coche, cama o semi cama (ya no importaba), pasara rumbo a mi destino.

Al llegar a la estación, el ómnibus estaba saliendo.

- ¡Hacele seña de luces!!!

Hizo un guiño y se ubicó detrás, marchando en caravana.

- ¡Hacele señas!!!

Otro guiño de luces.

- ¿Tenés bocina???

- Sí.

- ¡Tocale bocina!!!

Tuuut.

Desaforada, bajé la ventanilla mientras demandaba:

- ¡Pasalo!!! ¡¡¡Pasalo!!!

Cuando logró ponerse a la par, saqué mi brazo derecho y lo agité tan fuerte como podía.

El ómnibus se detuvo. Mi taxi, diez metros delante.

- ¿Cuánto es?- mientras bajaba mi valija y le entregaba un billete.

- Veinte pesos. ¿Vio que lo alcancé, señora? ¿Vio que llegamos a tiempo?

- Sí! Gracias!

- ¡Buen viaje, señora!

Veo las risas de los conductores del semi cama. Uno de ellos me dice, a través de su ventanilla abierta:

- Ya nos parecía. En la planilla decía que bajaban dos pasajeros. Y comentamos: ¡Qué raro que bajaron tres!

- ¿Me abre la puerta, por favor?

- Sí ¡cómo no!

Si la planilla decía que bajaban dos pasajeros... ¿a ninguno se le ocurrió decir algo así como... A ver, a ver! Uno de ustedes tres no tiene que bajarse acá. ¿Quién es el que no sacó pasaje para Nueve de Julio?

Así me habrían ahorrado este tamaño derroche de adrenalina!

Pehuajó, 19 de julio de 2014

Otro Tiempo Gozoso





De Carmen Julia Bazán


Algunas veces ¡Cielos! ¡Duele tanto tu ausencia!...

Que si, eterna, mi añoranza con eso se calmase

Aún si obrase impía por siempre La Presencia

¡Con qué gusto arrancara las venas palpitantes!



¿De qué valen la luna, el sol y la belleza?

¡Si todo es deslucido en el corazón sangrante!

Si el milagro del día con su clara nobleza

Eclipsado resulta por tal verdad flagrante.



Hace siglos te espero, aguardo tu regreso

Y la vida transcurre ¡Y la vida se pasa!

Y las horas se escapan como agua, mientras veo

A esta aviesa penumbra invadiendo la casa.



¿Podría negociar una tregua para mi alma?

¡Querer retroceder el tiempo a nuestro cielo!

¡Ay, Dios! Si en la virtud no encontrare la calma

¡Entonces alto precio pagara en el averno!









Hoy es un día negro pero, rebelde el ansia

Se amotina en un trémulo destello de esperanza;

Mas no halla su consuelo, hay sólo intemperancia

Sacrílega orfandad ahogando a su templanza.



Ya no sé si amor fuera este sentir dolido

Que obnubila el recuerdo perturbando mi tino,

Quizás fuese obsesión, resistencia al olvido

¿Lo eterno plasmaría en muerte su destino?



Con las fuerzas que restan de aquel afán partido

Alzaré cada día el estandarte precioso.

Aunque jamás te vea y no encuentre el camino,

Honraré los blasones de otro tiempo gozoso.