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viernes, 17 de agosto de 2012

Pies y barro.




 Natalia Spina

En eternos dìas de noche; en el descubrimiento del desgarro, mi hijo de ocho años, luego de un extenso silencio, me pidiò ir a un arroyo para meter los pies en el agua.

Fuimos.

Al caminar, pisamos hojas grises, que crujieron como nunca.  Me sentè sobre el pasto, mi niñito se quitò las zapatillas y, junto a mi hija mayor que tomaba un tibio sol, escribì lo que veìa:

El cauce del arroyo es estrecho. Apenas un metro y medio, aproximadamente. Es una bandera de dos franjas.  

De un lado, se despliega un mantel de trèboles lustrosos. 
Del otro, el agua mansa, no està limpia pero transparenta las piedras del fondo. Si las miro, podrè avanzar sin lastimarme los pies.

Mis tobillos hinchados y rojizos, se complaceràn en la fresca bondad de la asequia.
¡Piadosas vertientes!
¡Hospitalarias señoras las sierras! Me muestran. desde este lodo, que todavìa hay agua.

Mi niñito sonrìe y arroja un palo. Lo ve moverse y lo persigue. ¡Ahì va!, salpica riendo.

Luego sale del arroyo y pisa el pasto ágilmente.  Al ver sus pies, manchados sobre el verde, se me revela algo:

"Sólo siendo niño, se sale del barro fácilmente".


martes, 14 de agosto de 2012

VISUAL

Dolores Villada




No Quiero abrir los ojos. Una vez que lo haga tendré la certeza de tu partida. No puedo mirar tu
lado de la cama.
Me acurruco sobre mi costado derecho y revivo los últimos veinte años.
Tu carrera, tus viajes, tus llamados a media noche.
Mis telas, mis colores, mis mañanas de espera junto a la ventana.
Siempre supimos que llegaría el momento, pero no puedo mirar el mundo de este modo.
Aquí…cuánto podré permanecer en esta oscuridad…? Llevo minutos? Horas?
Siempre te quejabas , “lo que no ves no existe Yulia”; Aunque demasiado tarde lo acepto, y por
decisión sigo evitando esta realidad.
No escucho tu respiración a mi lado…
Vuelo al museo del prado, mi éxtasis y tu risa franca, nuestros abrazos.
Me elevo sobre la galería de la estancia, el mate, mi chal y tus manos.
Estallo en nuestros besos y reclamos…
Suena el timbre, debe ser Teresa con las flores frescas.
Los Abro lentamente… el brillo del sol sobre la madera encerada.
Me incorporo, recorro el pasillo, abro la puerta cancel y le confirmo a Teresa.
- Ya está, se ha ido, Pancho ha muerto. Avísele a todos.