Para participar enviá un mail a palabrasenronda@gmail.com Todas las imágenes están extraídas de la red INTERNET

viernes, 26 de agosto de 2011

El FLACO

De María Livia Aghemo

Todos me dicen que vivo con un “loquito”. Nunca me voy a olvidar de la época en que nos pusimos de novios, me encontré con un chico que vivía en su mismo pueblo y me dijo: “no me digas que sos la novia del loquito Petrella”; su comentario me pareció desubicado, pero después de él varias personas me dijeron cosas parecidas.
Al principio la convivencia fue de lo más normal, sexo algunas noches y besos todas las mañanas. Un día así como si nada me dijo que la rejilla de la cocina no quedaba bien a la derecha, tenía que estar a la izquierda.; no quise discutir por una estúpida rejilla y comencé a ponerla del lado izquierdo para evitar discrepancias. La siguiente observación fue por la comida del gato, él decía que tenía que comer una sola vez al día entre las 17 y las 18 horas, el alimento medido previamente en una taza marrón; el gato era de él (de antes de conocernos) y no quise discutir tampoco, todo sea por la salud del gato.
Un día empezamos a fantasear con tener un hijo, yo que siempre arruino todo con mi realismo le digo: “¿con que plata lo vamos a alimentar, a vestir?”, él me respondió:  “los niños hasta el año no se viste, solamente hay que envolverlos en telas”. Ese día me asusté, no puedo tener un niño envuelto en telas por un año, prefiero no tener hijos a ponerme a discutir con este flaco.
Muchas veces estuve tentada de decirle que hagamos terapia de pareja, pero yo no creo necesitar terapia, tendría que mandarlo solo a él. Soy una mujer como cualquier otra, cuelgo la bombacha en la canilla de la ducha después de bañarme. Eso a él lo enloquece.
La gota que rebalsó el vaso fue el día que llegó con una silla de ruedas, la quería usar como “elemento decorativo”, decía: si todo el mundo decora con cunas antiguas, bicicletas desvencijadas, máquinas de escribir o de coser ¿por qué yo no puedo decorar con una silla de ruedas? Me hizo tejer almohadones y borlas de colores vivos para poner sobre la silla. Estaba fascinado, la puso en el centro del living, al lado del ficus, y cada vez que pasaba la miraba e iba mascullando cosas, cosas como: decoración de vanguardia, arte en lo cotidiano, rompiendo paradigmas…
Esa noche vinieron a cenar mis compañeras de trabajo, lo primero que vieron al entrar fue la silla y preguntaron si alguien tenía problemas para caminar, “¡no!” saltó  como leche hervida, “es un elemento decorativo”. Las miradas entre ellas, cómplices, ya sé lo que están  pensando: que salgo con un loquito; el resto de la noche fue un espanto, la pizza del delivery me cayó como una bomba, se rompió un vaso y cuando Florencia fue a limpiar dejó la rejilla del lado derecho, me lo voy a tener que aguantar rezongando durante días.
Esperé hasta que se quedara dormido, la ciudad estaba silenciosa y fría, abrí la ventana del living, agarré la silla y la tiré desde el segundo piso, vi como se estrellaba en el pavimento de la calle Austria.
Tomé el 92 hasta Retiro con mi mochila al hombro, todos los desvelados estábamos en la terminal, es más: parecía que todos los que no teníamos dónde dormir estábamos en Retiro. Traté de acomodarme en el banco, me dolía el cuello. Me acordé de la silla, en el medio de la calle, destartalada; comencé a reírme sola, eran las 2 de la mañana.
Tomé el 92 y volví a la calle Austria, subí los dos pisos por escalera, abrí la puerta y el gato se restregó en mis piernas, hizo ¡miau! Pidiéndome comida, no puedo gato ya pasaron las 5 de la tarde.
El flaco seguía durmiendo ocupando su lugar de la cama y también el mío; la cara blanca, la respiración profunda, la barba parecía más roja que de costumbre; me da mucha envidia esa capacidad que tiene él de dormirse en cualquier lado y así de profundo. Me acuesto y lo abrazo de atrás, su cuello tiene ese aroma a perfume amaderado, como siempre; se queja, murmura algo que no se entiende porque se puso la placa de relajación para no bruxar, veo en su brazo la cicatriz que se hizo cuando su novia anterior lo dejó; por mí no hagas pavadas flaquito, yo soy tuya y vos sos mío, mañana veo como te explico lo de la silla.

1 comentario:

Es muy importante para nosotras saber què pensás acerca de lo que escribimos, estamos en permanente crecimiento y no hay escritor sin lector...