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martes, 9 de agosto de 2011

"La realidad" por Natalia Spina.



La realidad.

 

La realidad.


El suero ya se había terminado y no entendía por qué debía quedarse en
la cama de ese hospital.  Se incorporó, todavía somnolienta y despegó
la cinta que tapaba el conducto a la vena de su antebrazo izquierdo.
Se le pegoteó un poco entre los dedos y, haciendo una bolita, pasó la
mano por el cubrecama para que se despegara.  -Qué molesto -pensó.
Sacó luego, muy despacio, la aguja y la dejó sobre la mesa donde
estaba apoyada intacta la bandeja con el plato de sopa de sémola y el
bol de gelatina ya diluida.
Se sentó; calzó los mocasines  –tenía puestas las medias-y, al
levantarse, sintió un fuerte dolor de cabeza.  Lentamente fue hacia el
baño y se miró en el espejo. –Ah..., era apenas un cortecito sobre la
ceja. La curita estaba medio despegada y la sacó; no hacía falta.  Qué
accidente más tonto! – se dijo para sí.  Vio pasar rápidamente la imagen de
la puerta vaivén del shopping, tropezar y abrirse tirándola a ella
al suelo.  Luego la gente-qué exagerada- y la ambulancia.  El chico
tontito que se sentó al lado de la camilla hablándole todo el tiempo y
luego, la canalización. -Un buen Valium y listo; ahora ya estoy
perfectamente, se escuchó decir en voz alta.
Abrió el placard para buscar su solera celeste con flores acuarelas y
encontró un traje gris oscuro, una camisa blanca y una corbata roja.
Buscó detrás de la pila de mantas, toallones y almohadas pero no halló
su vestido.  Miró la cama de al lado. Tendidas las sábanas.
Seguramente el traje era de un enfermo que acababan de dar de alta.
–Qué hartante – tendría que ir y preguntar a la enfermera dónde habían
dejado su ropa.  Pero seguramente empezarían a decirle que qué hace
usted de pie, que cómo que  se sacó el suero, que por qué se quiere ir
así y tantas frases previsibles que ya  aburrían de sólo pensar
escucharlas.  –me voy así nomás; tengo el celular? Sí. Acá está. Menos
mal.
Toco una de las teclas y la pantalla se ilumino con los números uno, y treinta cinco; por encima de las letras CLARO, vio el MENU, del cual selecciono, MENSAJE 
redactó: “- por favor,
venís?”Luego, enviar; número; buscar personas  y allí, una fila de
cientos de nombres desconocidos, números de mujeres y hombres con
características zonales muy distintas entre ellas.
Su dedo pulgar, apretaba una y otra vez las flechas hacia abajo y, una
tras otra, la lista de personas absolutamente ajenas a su memoria. El
ese metálico soneto de Liszt. Mira hacia todos lados. Paredes. Sigue
sonando. –“Se va a cortar!” ,dice frenéticamente. Con los ojos
cerrados, vencidos, lleva sus manos hacia su rostro. Toca algo duro y
húmedo. –“ay, acá lo tengo! Atiende. –Hola, sí. Hola. Hola,
Holaaaa!!!!!! Quién llama? Respóndame! Holaaa!!!” La máquina sube y su
cuerpo, cae sobre el piso del ascensor. Empieza a temblar. El trayecto
se le hace eterno. Mira hacia arriba y ve un túnel de luz.
–“Tranquila -se repite - tranquila. La luz no puede ser mala. El
aparato se detiene.  Allí está la luz. Tras la reja cruzada del
ascensor, un pasillo. Avanza. Dobla a la derecha. Allí, más luz y otra
puerta.
-“Esto no puede estar sucediendo”- le gritó al destino, que se burlaba
arrojando lágrimas pegajosas. La presión de su cuerpo contra la reja.
Las manos transpiradas estrangulando los barrotes. La frente, con el
frío mortal del hierro. –“No quiero estar aquí...ni allí”. De pronto,
la puerta se abre y todo su peso cae al piso.
-“Señor... señor... –dame nene más agua con azúcar que está
reaccionando- señor, me puede escuchar? Soy médico. Usted se cayó y
tiene un pequeño corte. Vamos a llevarlo al hospital para observarlo.
No se mueva. Qué susto que nos ha dado... por un momento, creí que se
nos iba.
–“¿Dónde está mi solera floreada?” pregunta el accidentado, débilmente.
-“Ah! Usted dice el regalo, el paquete? Sí. No se preocupe que ya se
lo lleva su hijo en la ambulancia.”

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